lunes, 7 de abril de 2008

Cap.VII. LA MUERTE


La Juana preparó a sus hijos para ver la muerte como algo natural. Desde pequeños les orientó a estar con sus amigos y familiares a la hora de la muerte. Los invitaba a analizar las emociones que la muerte producía: tristeza, llanto, histeria, calma.


Sin embargo, la muerte en La Concha era un tema de doble filo. Por un lado, es el final del ser humano y si eres cristiano la fase clave para la Resurrección , y por el otro lado, es un tema que engendra temor y miedo por su relación con lo sobrenatural.

La mayoría cree en la relación alma-cuerpo. De ahí que tenga una fuerte presencia en el tema, el último suspiro del difunto o la difunta.

En La Concha había un grupo de personas colaboradoras para ayudar a bien morir. Era gente mayor, en su mayoría mujeres que por su experiencia en el contacto con la muerte se habían convertido en expertas. Las familias concheñas a través de conversaciones recurren a ellas para saber qué hacer a la hora de la muerte de un famililar o de un amigo.

Cuando alguien estaba muy enfermo podía entrar en proceso de agonía. Por la falta de hospitales en la población este período los enfermos lo pasaban en su casa de habitación. Durante este proceso, algún familiar cercano se encarga de estar atendiendo al enfermo y el resto de la familia se turna para atenderle.

La Iglesia a través del cura párroco está atenta a ser llamada para, en algunos casos, brindar la Extremaunción; que es una ceremonia en la que el enfermo conversa con el cura y luego recibe la comunión y se le untan determinados óleos para contribuir a su acercamiento con Dios.

Cuando el enfermo exhala su último suspiro, es cuando se le considera muerto, aunque , según la Juana en Niquinohomo ya se han dado casos de catalepsia, o sea gente que se considera muerta y que luego resucita.

Antes de que el enfermo exhale su último suspiro, recibe a su esposa, a sus hijos, hijas y demás familiares más cercanos y se va despidiendo poco a poco de cada uno de ellos, dándole consejos y en algunos casos, orientaciones para continuar con las tareas. Es posible que en este proceso de despedida el enfermo seleccione a algún familiar para decir sus últimas palabras, o su última voluntad. Estas palabras son cumplidas por los familiares al pie de la letra, independientemente que estén o no escritas en su testamento.

Posteriormente, se procede a vestir al difunto o difunta. Para ello se selecciona el mejor traje o si antes la persona había seleccionado alguna prenda, se procede a vestirla con éste. En este momento participan los hijos, o los mejores amigos y este gesto es considerado como una deferencia familiar.

Una vez vestido el difunto o difunta, se procede a colocarlo en la caja fúnebre, la que se coloca en la parte principal de la sala de su casa y alrededor de ésta se colocan sillas para esperar a las personas que participarán en la vela.

La cabeza del difunto debe estar colocada en dirección a la Iglesia. A partir de ese momento se inicia la vela,la que dura prácticamente una noche y parte del día siguiente. En este tiempo, los familiares mayores, acompañados de las mujeres dedicadas a esta actividad rezan el rosario y oraciones para ayudar al difunto en su tránsito de encuentro con Dios. Los amigos y familiares adornan los alrededores del féretro con flores naturales y coronas fúnebres.

La respuesta a las letanías del rosario cambia y en vez de responder “Ora por nosotros”, se responde “ora por él “ , “ora por ella” según el caso.

La vela tiene un doble carácter. Por una parte, es una actividad de solidaridad y acompañamiento a la familia doliente; y por otra, es una manera de socializar de los participantes y adquiere un carácter mundano y social. Hay juegos de naipes, barajas, dados, conversaciones triviales, anécdotas y chistes hasta del difunto.

Para poder resistir, la familia del difunto o muerto, obsequia pan, roscas bañadas de color blanco y fucsia, galletas, café, vino , bebidas gaseosas, comida y en algunos casos, licor para los varones.

Al día siguiente, normalmente por la tarde, se realiza una misa de cuerpo presente en la propia iglesia, donde se hace un responso o réquiem.

Cuando el muerto se ha suicidado, la Iglesia realiza la misa, pero el occiso es colocado en la calle enfrente de la puerta de la Iglesia, ya que, por haberse quitado la vida, la iglesia no le permite entrar, pero si, recibir la misericordia del Señor a través del oficio religioso.

Posteriormente se procede a llevar el féretro al Cementerio, en donde reposarán los restos. Para ello, los varones van cargando de cuatro, en cuatro, el féretro porque se trata de un trayecto de 15 cuadras, o sea 1500 metros desde la Iglesia al Cementerio.

Normalmente los que cargan el féretro son los familiares acompañados de los amigos. Este desfile está encabezado por el féretro, luego siguen los familiares y amigos y el resto de personas participantes.

A la par del desarrollo de la vela, otros familiares se encargan del arreglo del Cementerio, lo que consiste en limpiar la bóveda, ampliarla para que la caja fúnebre pueda ser introducida sin contratiempos y en contratar a los trabajadores sepultureros para realizar los trabajos de albañilería o construcción final y que el féretro sea sellado con una mezcla de cemento, arena y agua.

Una vez realizado el entierro, en el propio Cementerio se despide “el duelo” y se regresa a la casa donde participan los amigos más cercanos en una conversación con carácter evaluativo o de descanso, después de las actividades fúnebres.

A partir del día siguiente se procede a realizar una novena en la que participan amigos y familiares. Al mes de la muerte, se realiza una misa y al cumplir un año nuevamente se le recuerda en una misa de aniversario.

De acuerdo al calendario cristiano, el día de difuntos, se va al Cementerio a estar el día con los familiares y con tus muertos. La Iglesia a través de sus diferentes activistas vende buñuelos en la entrada del Camposanto, con la finalidad de recaudar fondos para obras de beneficiencia.

Los buñuelos son dulces hechos de yuca molida, con requesón y sofritos en aceite. Estos se acompañan con miel de rapadura la que ha sido hervida con canela en raja y clavos de olor.

Cuando los comes es como endulzar un poco el dolor que la muerte de un ser querido te ha provocado. Es la combinación de emociones de dolor, de tristeza, de dulzura y de miel la que te mantiene el equilibrio para seguir viviendo.

Las buenas y malas acciones de los muertos prevalecen en el recuerdo de los vivos.

Ellos viven a través de nuestros recuerdos, por eso, viven siempre.

A veces el recuerdo del amor vale más que el amor mismo. El recuerdo es la esencia de la memoria y ésta, a su vez, es una de las claves para construir la Historia.